lunes, 23 de marzo de 2015

Los mayas contemporáneos en madera



 

 

El escultor Juan Hernández nos lleva a una época que va desapareciendo.  


En Yucatán son escasos los artistas dedicados a la escultura, y mucho menos son los que destacan en esa rama. La lista se reduce todavía más si buscamos escultores cuyo nombre rebase las fronteras locales.

En esa selección hay una perla cuya vida se apagó hace poco más de dos años pero cuyo brillo sigue entre nosotros. Se trata de Juan Hernández Flores, inspirado y exigente creador que usó la madera para perpetuar en ella costumbres, tradiciones y quehaceres de la población rural de Yucatán que en parte de han perdido y otras más ya tienen elaborada su acta de extinción.

En las vetas del cedro y la caoba, árboles también casi extintos en esta región de México, la talla de este maestro dibujó estampas que son universales. Aluden al trabajo, a las tareas cotidianas del hogar, a personajes que hay en toda comunidad pero con características propias a estas.

Juan Hernández imitó a los escultores costumbristas que retratan con sus obras a personajes icónicos de los pueblos o bien escenas típicas de comunidades. Son creaciones que congelan una etapa de las sociedades para que permanezcan como artísticos testigos del modo de ser y pensar que tuvo una comunidad en determinada época.

En ese propósito el artista yucateco recurrió a piezas pequeñas, de unos 30 centímetros de altura, talladas sin llegar al acabado que da el pulido. El maestro prefirió dejar en ellas la huella de la gubia, el cuchillo y el cincel manejados con maestría. Todas sus esculturas dejan ver los pequeños ángulos, los pacientes trazos, los diminutos cortes realizados en el proceso creativo. En ocasiones esas obras parecen inacabadas, como si les faltara el trabajo final. 


Otra característica de esa laobr es que sus personajes son de baja estatura y regordetes. Así vio él a esa población maya desbastada en su gloria, dignidad y orgullo por 500 años de resistencia a la opresión, cinco siglos sufriendo carencias, pobreza y discriminación.

Quien esto escribe no conoce la biografía de este escultor, y no puede saber cómo surgió ese estilo, aunque se presume que lo desarrolló al trabajar con Enrique Gottdiener Soto, artista mexicano radicado y fallecido en esta tierra y quien partió de este mundo 26 años antes que él. Al ver los bronces de Gottdiener y las maderas de Hernández se podría llegar a la conclusión equivocada de que ambos trabajos provienen de una misma mano. 

Juan Hernández fue hijo de un ebanista, se incorporó al taller de su padre cuando tenía 14 años de edad. No sabemos cuánto tiempo laboró ahí y si tallaba muebles. Ignoramos también si realizó esculturas propias –al parecer, así fue- antes de ingresar al taller de Gottdiener. 
Nos gustaría saber además cuánto tiempo trabajó con ese escultor y qué tipo de obras realizaron juntos. No nos tocó la suerte de conocerlo y charlas con él para preguntarle todo ello y más.   

Desde antes de su muerte del artista que nos ocupa, el pueblo yucateco tuvo, por fortuna, la oportunidad de disfrutar del talento creativo del maestro Hernández Flores gracias a  exposiciones realizados en distintos espacios y foros. Posteriormente a su partida de este mundo hubo, hubo, hasta donde recordamos, una muestra suya en el Museo de la Ciudad, organizada en el primer aniversario de su muerte.


La semana pasada se abrió en el recibidor de la Secretaría de la Cultura y las Artes otra exposición más del artista. Son una 30 obras que, al parecer, provienen del acervo de 80 piezas que conservan sus hijos.

En ellas podemos ver a personajes como “El chino Mateo”, la rezadora, un leñador con hacha, una vendedora de cántaros y otra de huayas. También se muestra ahí a una pareja de recién casados, una lavandera, un matrimonio de ancianos, un ama de casa de compras, una mujer dormitando y a otras moliendo maíz en metate o elaborando tortillas.

La exposición incluye comentarios del pintor Manuel Lizama Salazar, quien fue amigo del escultor. Aquel dice que Juan Hernández Flores manejó el estilo naturalista, capturando los rasgos mayas en sus personajes. Se interesó en la vida cotidiana de la zona rural, como son las labores del campo y los quehaceres domésticos. 
Agrega que esas esculturas buscaron revalorar la importancia del trabajo y en ellas él capturó expresiones que reflejan el orgullo que siempre sintió hacia Yucatán y su gente.


Hay también comentarios del coreógrafo Víctor Salas, quien, entre otras cosas,  expone que las tallas de Juan Hernández tienen gran fuerza emotiva y sentimental.

Lo invitamos a visitar esa exposición y hacerse una opinión propia al respecto. La muestra es gratuita, permanece abierta de lunes a viernes, de 8 de la mañana a 7 de la noche. Las oficinas de la Sedeculta están frente al Parque de las Américas, en el cruce de las calles 18 y 23 (Mérida Cultura)

sábado, 21 de marzo de 2015

Arte y hospedaje


 

 

 

 

Hoteles que no se limitan al servicio de alojamiento abren espacios para los artistas.

 

Para los pintores y otros artistas visuales resulta un reto hallar galerías, museos y otros espacios similares más, tanto públicos como privados, para poner sus obras al paso de la gente y poder venderlas.

Por fortuna, en Mérida hay dos hoteles que hace tiempo establecieron programas de apoyo a ese sector del medio artístico mediante el ofrecimiento de espacios fijos para exhibir sus obras ante los turistas y la población en general.

Esos establecimientos de hospedaje son Posada Toledo y Casa del Balam, ambos ubicados en el Centro Histórico, en la misma calle, separados tan sólo por una esquina. En esa zona hay otros hoteles, también están ahí el teatro “José Peón Contreras”, la Universidad Autónoma de Yucatán y el Callejón del Congreso, que son sitios de paso obligado de los turistas.

El hotel Posada Toledo está ubicado en el cruce de las calles 57 y 58, tiene una sala especial para exposiciones, con ventanales que dan a la calle, de modo que desde afuera se puede tener una idea de los trabajos que ahí se exhiben. Además, ese salón está en la entrada del edificio, antes de llegar a la recepción, de modo que es fácil acceder y salir de él, no es necesario preguntar dónde se localiza la galería.

Varios artistas, noveles y consagrados, han mostrado ahí sus trabajos de pintura, escultura, gráfica, dibujo, alebrijes y fotografía. También han exhibido ahí sus creaciones estudiantes de los maestros Alonso Gutiérrez, Ariel Guzmán y Manuel May Tilán.

Un elemento que propicia la apertura de ese espacio hacia el arte es que su propietaria, Elizabeth Pasos Millet, es parte del gremio artístico local, es pintora y fotógrafa. Ella y el pintor Alonso Gutiérrez son los coordinadores de ese espacio cultural, en el cual también se ofrecen cursos y talleres.

Actualmente la señora Pasos Millet expone y vende ahí parte de sus obras, son 24 trabajos de corte impresionista, de distintos tamaños y motivos. Los precios van de $2,000 a $16,000. “Sueños”, “Nubes”, “Chiles”, “Carnaval” “Tornado”, “Embelezos”, “Jacarandas” y “Lunada” son los títulos de algunos de esos trabajos.

Respecto al hotel Casa del Balam, localizado en el cruce de las calles 57 y 60, la idea de ofrecer espacios a los artistas visuales surgió en el año 2000, cuando en el mundo creció el interés hacia la civilización maya debido a la presunta profecía del “fin del mundo” que habría pronosticado ese pueblo y estaba anunciado en su calendario astronómico.

Ante ello, los propietarios de ese establecimiento de hospedaje, organizaron exposiciones y charlas sobre el tema, dirigidas a los turistas. A partir de ello quedaron abiertos en forma permanente dos espacios.
Uno de ellos es un pequeño salón, donde hay unos diez cuadros, entre ellos una hermosa litografía de gran tamaño que se ofrece en $25,000.
El otro son las paredes de una terraza donde se sirven desayunos y se dan servicios especiales a grupos que quieren comer en privado. Actualmente en este sitio hay una muestra de estudiantes de pintura.

La administración del hotel acostumbra cambiar cada semana las exposiciones, de modo que al mes se puede ver ahí al menos el trabajo de cuatro artistas diferentes. Esta semana se exhiben ahí acuarelas y óleos de Gloria Arenas e Iván Baltazar.

Hay otros hoteles y restaurantes pequeños en esta ciudad con proyectos similares de apoyo a la comunidad artística. Es una buena estrategia con beneficios para los establecimientos (tienen difusión y atraen clientes), los artistas (cuentan con más espacios para mostrar su trabajo) y la población (se acerca al arte y conoce nuevas ofertas comerciales).

Lo que falta es que las autoridades municipales, estatales y federales (son empleados de todos nosotros, los ciudadanos) apoyen esos esfuerzos y contribuyan a darles difusión (Mérida Cultura).  

domingo, 15 de marzo de 2015

Colorida, franca e imaginativa


 

 

 

 

Concluyó la primera muestra individual de Mercedes Zaragoza.



Llegamos tarde, pero llegamos. En la víspera de que concluya la primera exposición individual de la pintora Mercedes Zaragoza, en una de las galerías del teatro “José Peón Contreras”, pudimos echar un vistazo a las 29 obras que esta artista y publicista reunió en su debut individual con la paleta y el pincel.

El nombre de esa muestra es “El color de los sueños”, se abrió a mediados de febrero y llegó a su fin este domingo 15. Lo primero que captó nuestra atención de ese trabajo es el llamativo uso de los colores. Lo segundo, es un cierto aire surrealista en los temas abordados. Los protagonistas surgen de la mente, son criaturas de la imaginación.
Los personajes en la mayoría de esos cuadros son interesantes representaciones de una realidad ingenuamente modificada. La naturaleza y los niños están presente en casi todos esos trabajos.

Esta pintora, quien ya ha participado en muestras colectivas, indica que esa exposición es un homenaje a uno de los maestros de pintura que ella tuvo y que, al parecer, influyó mucho en ella: Alfonso Durán Vázquez, fallecido en 2013 y con el cual trabajó durante cinco años.

“Él me impulsó y me dio confianza para sacar mi obra a la luz”, señala.

Mercedes pinta con frecuencia, esa tarea creativa es parte de su  existencia. “Para mí la pintura es más que poner imágenes y colores en un lienzo, es mi manera de mantener la coherencia y la armonía en mi vida”, expresa al explicar la razón por la que se dedicó al arte.
 
"Para mí, "pintar es vivir. Es jugar con los colores, experimentar y combinar formas para crear el mundo que quiero ver”.

Dice que cuando ella entra a su estudio siente que ingresa a un refugio seguro donde puede platicar, y retratar, a personajes que se encuentran en la naturaleza pero escondidos al ojo humano. “Sin embargo, ellos conviven con nosotros a cada instante”, afirma.

¿En qué se inspira ella para hacer sus cuadros? La repuesta, señala, es variada: los recuerdos de su infancia, los mercados de la ciudad de México con sus extravagantes y vibrantes colores, los atardeceres yucatecos, los árboles “lluvia de oro” y flamboyán, sus perros y el amor a su familia.

El conocido pintor yucateco Alonso Gutiérrez, quien fue uno de sus profesores, da su opinión sobre este trabajo:

-Es muy difícil, casi imposible, encasillar la obra de un pintor en un estilo, más aún en su primera muestra individual, en su primera y definitiva voluntad de compartirnos lo que este hace después de largos años de búsqueda e inquietudes.

-En el caso de Mercedes Zaragoza sorprende la unidad de su trabajo luego de todos esos años de dudas y aparente desorientación.
 
-Habiendo cursado la licenciatura en Publicidad en la Universidad interamericana y la maestría en Mercadotecnia en el Instituto Universitario Patria, pasó por los talleres de los pintores Maggie Herrera y Ariel Guzmán. Se encuentra, por fin, a sus anchas con el pintor Alfonso Durán Vázquez, del que aprende los últimos toques y recibiendo el empujón definitivo que ella necesita.

-De Durán (amigo de Leonora Carrington, y quien es un maestro de quien se decía que pintaba marinas pero que en realidad eran submarinas por lo fantástico de sus obras) Mercedes aprende a dejar salir lo que verdaderamente siente y desea, rodeada de esa luz de profundas aguas.

-En su pintura –finaliza- se puede ver algún colorido de Tamayo, con la libertad y gracia de la zoomorfia de Toleto, e indudablemente un trasfondo “naive” surrealista pero (¡qué difícil es describirlo!) circunscrito a esa magia personalísima, espontánea, que brota de su pincel con aparente facilidad para traducirse en una factura de singular belleza

En la visita que nosotros hicimos a esa exposición nos pareció que la obra de esta artista es asequible, directa, franca, creativa y con mucha inocencia.

“Mi pintura es sencilla”, expone ella. “No pretende dar mensajes ni crear polémica. Si pudiera describirla en una palabra, diría que es divertida”. (Mérida Cultura).