Rápida carrera de una artista yucateca que ya expuso en cuatro países fuera de México.
Es común que a los artistas plásticos
les tome muchos años definirse en un estilo y ocupar un sitio en el abundante y
competido mundo de esa rama del arte. Ese no fue el caso de Marcela Díaz,
escultora que recurre al tejido para elaborar sus obras monumentales que ya expuso
incluso en el extranjero.
Para conseguir lo anterior le bastaron
tres cursos de diseño, escultura, cerámica y fundición de bronce que tomó en
los talleres de dos artistas, Gerda Gruber y Jorge González. No necesitaba nada
más, ella ya poseía la creatividad y las ideas sobre las obras que realizaría
una vez que se “graduara” como estudiante de arte. Incluso durante el tiempo
que estuvo capacitándose con Gruber elaboró 60 piezas.
Apenas en 2006 empezó su
producción artística, y desde entonces se le abren espacios en galerías, foros
y otros sitios en México y otras partes del mundo para exponer el fruto de su
creatividad.
Las esculturas de Marcela Díaz
son enormes tejidos, de hasta cinco metros de alto, hechos con fibra de coco,
un material de poco uso cotidiano pero con textura similar al del henequén, del
cual se distingue por su color: aquel es café y este es blanco.
Al igual que el
sosquil, los hilos del coco son ásperos y frágiles, pero al unirse adquieren
fuerza contra la tensión pero conservan su característica ruda.
Parte de esos textiles bordados tienen
espinas que contribuyen a redondear las ideas que la artista busca proyectar en
sus obras. Las esculturas tienen esqueletos o soportes metálicos cubiertos con
la fibra.
La facilidad que tiene Marcela
Díaz para imaginarse una escultura y lograr elaborarla se deben a que ese don
lo desarrolló, sin saberlo, desde que era niña. Su abuela le enseñó a tejer, y
se sentaba junto a ella para realizar los típicos bordados de estambre y otros
materiales con que se confeccionaban prendas, manteles, servilletas y otras
piezas más del hogar.
Pero la creatividad de Marcela la
apartaba de esos trabajos y la llevaban a realizar otras figuras y darle
distintas formas a los tejidos. Por ello le resultó relativamente sencillo definir
su camino en la escultura y crear sus obras. Sólo necesitó elaborar un enorme
gancho de madera y ponerse a tejer.
La cruz es la figura recurrente
en su trabajo, pero no es de índole religioso. Utiliza ese diseño para representar
al hombre en sus momentos de caída y ascenso, dolor, reposo, fragilidad, fortaleza,
etc.
Esta artista yucateca ya expuso
sus trabajos en Italia, Francia, Cuba y Estados Unidos, donde participó en
festivales, bienales y otras exposiciones más.
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