El escultor Juan Hernández nos lleva a una época que va desapareciendo.
En Yucatán son escasos los artistas dedicados
a la escultura, y mucho menos son los que destacan en esa rama. La lista se
reduce todavía más si buscamos escultores cuyo nombre rebase las fronteras
locales.
En esa selección hay una perla cuya vida se
apagó hace poco más de dos años pero cuyo brillo sigue entre nosotros. Se trata
de Juan Hernández Flores, inspirado y exigente creador que usó la madera para
perpetuar en ella costumbres, tradiciones y quehaceres de la población rural de
Yucatán que en parte de han perdido y otras más ya tienen elaborada su acta de
extinción.
En las vetas del cedro y la caoba, árboles
también casi extintos en esta región de México, la talla de este maestro dibujó
estampas que son universales. Aluden al trabajo, a las tareas cotidianas del
hogar, a personajes que hay en toda comunidad pero con características propias
a estas.
Juan Hernández imitó a los escultores
costumbristas que retratan con sus obras a personajes icónicos de los pueblos o
bien escenas típicas de comunidades. Son creaciones que congelan una etapa de
las sociedades para que permanezcan como artísticos testigos del modo de ser y
pensar que tuvo una comunidad en determinada época.
En ese propósito el artista yucateco recurrió
a piezas pequeñas, de unos 30 centímetros de altura, talladas sin llegar al
acabado que da el pulido. El maestro prefirió dejar en ellas la huella de la
gubia, el cuchillo y el cincel manejados con maestría. Todas sus esculturas
dejan ver los pequeños ángulos, los pacientes trazos, los diminutos cortes realizados en el proceso creativo. En ocasiones esas obras parecen inacabadas, como si les
faltara el trabajo final.
Otra característica de esa laobr es que sus
personajes son de baja estatura y regordetes. Así vio él a esa población maya
desbastada en su gloria, dignidad y orgullo por 500 años de resistencia a la
opresión, cinco siglos sufriendo carencias, pobreza y discriminación.
Quien esto escribe no conoce la biografía de este
escultor, y no puede saber cómo surgió ese estilo, aunque se presume que lo
desarrolló al trabajar con Enrique Gottdiener Soto, artista mexicano radicado y
fallecido en esta tierra y quien partió de este mundo 26 años antes que él. Al
ver los bronces de Gottdiener y las maderas de Hernández se podría llegar a la
conclusión equivocada de que ambos trabajos provienen de una misma mano.
Juan Hernández fue hijo de un ebanista, se
incorporó al taller de su padre cuando tenía 14 años de edad. No sabemos cuánto
tiempo laboró ahí y si tallaba muebles. Ignoramos también si realizó esculturas
propias –al parecer, así fue- antes de ingresar al taller de Gottdiener.
Nos
gustaría saber además cuánto tiempo trabajó con ese escultor y qué tipo de
obras realizaron juntos. No nos tocó la suerte de conocerlo y charlas con
él para preguntarle todo ello y más.
Desde antes de su muerte del artista que nos
ocupa, el pueblo yucateco tuvo, por fortuna, la oportunidad de disfrutar del
talento creativo del maestro Hernández Flores gracias a exposiciones
realizados en distintos espacios y foros. Posteriormente a su partida de este
mundo hubo, hubo, hasta donde recordamos, una muestra suya en el Museo de la Ciudad,
organizada en el primer aniversario de su muerte.
La semana pasada se abrió en el recibidor de
la Secretaría de la Cultura y las Artes otra exposición más del artista. Son
una 30 obras que, al parecer, provienen del acervo de 80 piezas que conservan
sus hijos.
En ellas podemos ver a personajes como “El
chino Mateo”, la rezadora, un leñador con hacha, una vendedora de cántaros y
otra de huayas. También se muestra ahí a una pareja de recién casados, una
lavandera, un matrimonio de ancianos, un ama de casa de compras, una mujer
dormitando y a otras moliendo maíz en metate o elaborando tortillas.
La exposición incluye comentarios del pintor
Manuel Lizama Salazar, quien fue amigo del escultor. Aquel dice que Juan
Hernández Flores manejó el estilo naturalista, capturando los rasgos mayas en
sus personajes. Se interesó en la vida cotidiana de la zona rural, como son las
labores del campo y los quehaceres domésticos.
Agrega que esas esculturas buscaron
revalorar la importancia del trabajo y en ellas él capturó expresiones que
reflejan el orgullo que siempre sintió hacia Yucatán y su gente.
Hay también comentarios del coreógrafo Víctor
Salas, quien, entre otras cosas, expone
que las tallas de Juan Hernández tienen gran fuerza emotiva y sentimental.
Lo invitamos a visitar esa exposición y
hacerse una opinión propia al respecto. La muestra es gratuita, permanece
abierta de lunes a viernes, de 8 de la mañana a 7 de la noche. Las oficinas de
la Sedeculta están frente al Parque de las Américas, en el cruce de las calles 18
y 23 (Mérida Cultura)