No exiliar al grabado de un lugar que es suyo.
El Pasaje Picheta ha
tenido desde su creación más fines
comerciales y turísticos que artísticos. En sus galerías el arte visual fue arrumbado, es como una presencia a la
cual hay que resignarse. La pintura no
es la actividad preponderante ahí, se le regatea importancia.
Y en una contradicción, que se entiende al saber que esos
corredores son parte del espacio oficial, el grabado es la disciplina más ausente
en ese sitio. Los administradores del lugar, más políticos que promotores
culturales, no fomentan esa disciplina, la ignoran.
En México es muy común la simulación en las autoridades,
en ellas “la forma es el fondo”,
aparentan ser lo contrario a lo que piensan.
Por esta razón, Gabriel Gahona “Picheta” es homenajeado
pública y permanentemente con ese pasaje que lleva su nombre. La paredes de ese
edificio están decoradas con parte de los grabados con los que él expuso
reprobables caretas de la sociedad y la política de su época, lo cual le generó
la simpatía que gozaba entre la población.
Se trata de una exposición de 34 trabajos en pequeño formado
realizado por tres jóvenes artistas
integrantes de Gráfica Ambulante. Ellos son Natalia Polanco, Carolina Barajas y Jesús Jasso, quienes
optaron por las técnicas de xilografía –la
más recurrida por “Picheta” debido a su precaria economía- y linografía
para elaborar sus trabajos.
El cartel que presenta la obra sólo da el nombre de los
autores, no dice más de ellos ni de su trayectoria. Tampoco hay mayor
información sobre Gráfica Ambulante,
un grupo que, al igual que Gahona y
su formación autodidacta, se lanzó
perseguir musas de la mejor manera en que ellas pueden ser atrapadas,
trabajando.
En la inauguración de la muestra en el
Pasaje Piecheta, el pasado día 11, los jóvenes llevaron el tanquecito y,
según el cartel ya citado, regresarán cada viernes al lugar para trabajar ante
el público.
El cartel ya mencionado dice con tino que si ese artista
viviera aprobaría este esfuerzo por contribuir a que la gráfica yucateca
recupere la importancia que tuvo.
Nosotros agregaríamos que a este primer paso por hacer del
Pasaje Picheta la casa del grabado debe seguir una carrera acelerada para
remediar un error que lleva más de dos décadas.
Y para hacer el alto honor que merece Gahona, es necesario ir
más allá, transformar ese lugar para que también sea foro de crítica social y
política y generador de ideas nuevas en el arte y en otros campos de la vida de
esta capital. (Mérida Cultura)
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